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Te escucho (3era parte)


Alfred y Creta toman capuccino en el departamento de Creta, después de recuperar las valiosas piezas de arte, y Creta se desconcierta y le da una bofetada después de recibir y responder el beso apasionado de Alfred…

¿ Por qué has hecho esto?

Perdón, perdón.

¡ Ándate por favor!

Y me quedé llorando. ¿ Por qué? Yo no se lo pedí. Fue un atrevimiento. Era tan poco tiempo de conocerlo; y no lo voy a tolerar.

Alfred salió cabisbajo del lugar.

Al día siguiente en la radio…

-¡Señorita!

-¿Si, Segismundo?

-Estas flores, se las han mandado para usted.

-Pero … ¿De quién son?

Eran unos lindos claveles. Leí la tarjeta. Era Alfred.

-“ Perdóname, no te quise ofender. Pero me cautivaste, desde que te conocí. Salgo mañana de viaje. Y no me quise ir sin despedirme. Gracias, adiós, Alfred”.

Me sentí tan confundida, ante tal situación, pero fue muy impulsivo de su parte. Una libertad, que se tomó, sin que yo se lo permitiera. Ojalá resuelva su problema.

Pasaron unas semanas, sin escuchar sus llamadas.

¿Por qué? Curiosidad la mía. ¿ O tal vez, yo también estaba interesada?

Estaba en la emisora…

-Señorita Creta, un señor desea hablar con usted.

-Sí. ¿Quien es?

-No me quiso dar su nombre.

-No lo debió dejar entrar.

-Es que no pude impedirlo. Es que lo vi, y llevaba en sus manos, un ramo de claveles.

-Sólo pronuncié : ¡ Alfred!

-Mi instinto de mujer; y fui rápidamente al toilette, me arreglé el cabello rápidamente con las manos. Y un poco de rouge en los labios.

-A la salida, en la recepción, estaba parado, con el ramo de flores. Lo vi más guapo que nunca. Tostado por el sol, y sus ojos verdes resaltaban. Llevaba un blaizer azul súper elegante.

-¡Hola Creta! Y ahora más bonita.

-¡Hola Alfred!

-Estos claveles, son para ti; como la primera vez que te conoci.

-Sabes, estas flores, siempre las recuerdo, con mucho cariño. Eran las flores que más le gustaban a mi mamá. Por su perfume y sus pétalos, encrespados.

-Yo no lo había notado. Tenía la razón.

-Gracias, están muy bonitas.

-Seguro, tendrás mucho que contar.

-Veo que has estado en alguna playa, por el color dorado de tu piel.

-Así es. Pero primero tengo que decirte, que vendí los cuadros y fueron un éxito. Me dieron, más de lo que imaginé y pagué mis deudas.

-Te felicito.

-Gracias, te lo debo a ti.

-De ninguna manera.

-¿Y tú como has estado?

-Como me ves en mi emisora, contenta. Ha evolucionado tanto, que ahora tengo una secretaria.

-¡Muy bien!

-¿Crees que me puedas acompañar, donde el padre Fortunato?

-Claro que sí. Así lo podré saludar. Me fue muy grato conocerlo. Estoy cerca de la iglesia. Estaré esperando en el despacho parroquial.

-Está bien. ¿Te puedo dar un beso?

-Pero, esta vez fue en la mejilla.

El padre los vio. ¡Bienvenidos! ¿ Cómo están? Se les ve muy contentos.

-Seguro ya son enamorados.

-¡Padre, que está diciendo!

-Pero es que pensé, por la forma en que se están mirando. ¡Dime Alfred!

-Padre, le tengo este sobre para usted.

-¿Que es hijo mio?

-Son para los gastos, que necesite para la iglesia.

-Muy agradecido, que Dios te pague.

-¿Creta, que haces, por qué retrocedes, a dónde vas?

-Es que el padre no me dio la bendición.

-Entonces, yo también voy; que a mí también me la dé.

-Que Dios los bendiga, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.

-¿Creta, tu crees, que pudieras, ser más que mi amiga?

-No lo sé. ¿Por qué me lo dices?

-Porque estoy enamorado de ti.

-Pero , si poco me conoces.

-Quizá es lo que tu crees. El amor llega. ¿ Y tu?

-Debo esperar, y estar segura.

-Yo te esperaré, el tiempo que quieras, y te querré para toda la vida.

-No pudo contenerse, la abrazó y la besó tantas veces.

-Y ella no se resistió.

-¡Alfred, Alfred!

-¡Mi confidente y amada Creta! ¡El amor busca el encuentro y yo te encontré!

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