De oficio, malabarista.
Mi esposo es funcionario electoral, y lo ha sido por los últimos 10 años. Eso significa que ya he vivido muy de cerca muchos procesos de elecciones, y esta es mi segunda elección presidencial.
La primera fue en el 2012, cuando mis TRILLIZOS, ahora de 6 años, acababan de nacer. Sí, así como lo leen. Este hombre vino conociendo bien a bien a sus hijos como a los 6 meses… cuando lo volvimos a ver…
Y hoy, este fin de semana, está de viaje. Se fue 4 días completitos (con sus noches) a trabajar, y yo me quedé aquí, otra vez, con los ahora no recién nacidos pero no por eso menos exigentes trillizos de 6 años.
¿Y a qué viene todo este chisme? No se desesperen, ahí voy.
Yo soy coach ejecutivo y coach de vida. Tengo mucho trabajo, gracias al Todo o a la divinidad y a mi esfuerzo… tengo una agenda muy llena, trabajo con grandes corporativos, altos directivos, mujeres exitosas, mamás en transición, maridos de las mamás, etc. Trabajo fuera de casa, mucho.
Y además soy mamá. Primero que nada soy mamá. Y soy esposa. Y amo a mi pareja. Y soy mujer. Y soy por lo tanto, malabarista.
Déjenme aclarar que el padre en cuestión se rifa, en todo. Y por eso menciono lo de la ausencia de 4 días que de verdad no es fácil. Se levanta en las noches mucho más que yo, puede bañarlos, hacer lunch, cocinar comidas de la semana, los conoce perfecto y hasta se pelea con las misses de la escuela si hace falta. Es un padre y pareja extraordinario. Y además también trabaja fuera, mucho.
Esta semana, frente a la inminente ausencia temporal de mi co- equiper, estuve pensando mucho. Primero me agobié. Dije “qué voy a hacer 4 días sola, con estos niños, sin el apoyo de la pareja etc…” pero aquí estoy. Ya han pasado dos días y sobrevivo. Porque si, se puede.
Respondiendo a la pregunta del millón, que todas me hacen, SÍ, SE PUEDE.
Podemos ser mamás, y tener una carrera profesional exitosa, y ser felices. Se puede.
Obviamente implica ciertas decisiones, y como todas las decisiones, existen costos. Sí.
Sentimos culpa, también. Es parte del paquete que contrataron cuando crearon a las mujeres. Viene en el ADN.
Estaremos en esa junta gloriosa donde nos dieron el proyecto soñado, y a la vez preocupadas porque tenemos una llamada perdida de la escuela en el celular (o dos, si se ponen intensos).
Estaremos en el parque empujando un columpio y sosteniendo el celular con el hombro porque el cliente quiere eso hoy, y de eso depende el proyecto de todo un año.
Estaremos repasando las letras, revisando tarea, y leyendo el mail urgente con un ojo…
Pero también existen días gloriosos, así nomás. Sin letras chiquitas. Y esos son días de pelis y palomitas en la cama, todos encimados. Y son días de hacer picnic y echarnos en el pasto. Y son días de desayunar mientras dejas a uno en la terapia y las otras juegan a ser grandes. Y son noches de tormenta de dormir todos en una cama (sí, somos 5). Y es elegir verlos bailar en el festival de las madres y ese día si, apagar el celular y que todos los demás esperen. Porque es tu día. Y porque hay que llorar a gusto y no maquillarse para ir a trabajar.
Se puede. Sí. Y el poder implica algunos requisitos. Como una red de apoyo (pareja, padres, padrinos, niñeras, lo que funcione y haya disponible). Tolerancia a la frustración, mucha. Noches sin dormir. Noches de cuidar fiebres mientras acabas tu reporte en la cama con el termómetro a un lado y las paños fríos del otro. Mañanas de arreglarse en 5 minutos y quedar divina para impresionar a ese director difícil. Otras mañanas de respirar hondo para ir a escuchar a la directora de la escuela… y después recuperar la cordura y ponerte a trabajar.
Yo he podido. Y me siento bendecida por eso. No ha sido fácil, muchas veces me frustro, lloro, me quejo, me levanto y me vuelvo a poner en pie.
Pero se puede. Por eso si me preguntan… amo cada una de las piezas de mi vida. Aunque pase el 90% de mi tiempo sosteniéndolas en el aire y evitando que se caigan al suelo. De oficio, soy malabarista. Y soy feliz. Y por eso, doy gracias.