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Chancla voladora, instrumento de pedagogía pos-moderna


¡Ojalá!, ojalá ésto fuera cierto, porque en esta ocasión, esa chancla ha sido el instrumento protagónico de la educación y la pedagogía de varias generaciones de niños. Incluso esa dichosa “chancla voladora” aparece en las historietas de Mafalda, siendo el legendario “Manolito” quien un buen día decidió levantarse y al pie de la cama, y en ropa interior, hizo una fuerte declaración: “¡Estoy harto de la escuela!, ¿entienden? ¡Harto! Así que… ¡finish!, no voy más. Y no me vengan con discursitos, que ahora sí, ¡no me van a convencer! Y en el siguiente cuadro, aparece Manolito hablando con Mafalda en el colegio y diciendo con cara de apuro: “Hay que ver la oratoria que tiene la chancla de mi mamá”.

Y como esa historia, tan bien representada por Quino, hay otras tantas que hablan del poder de convencimiento de la chancla como instrumento de educación en el hogar, pues a donde la mano de la madre no llegaba, llegaba la voladora.

Sin embargo, hoy en día se conocen más instrumentos de educación que conllevan algo más que buena puntería. Maga Albarrán, psicóloga, pedagoga, conferencista y una gran querida amiga nuestra y colaboradora, recomienda un básico al que llama “Despensa Emocional para la educación de las nuevas generaciones”; la educación de las 4 “Aes”.

AMOR: este tiene que ser muy parecido al amor de Dios, es decir, un amor incondicional. Es esa clase de amor que dice: “Te amo a pesar de que obtuviste bajas calificaciones en el colegio, pero me haría muy feliz que te esforzaras más”. De las peores cosas que podemos hacerle a un hijo, es condicionarle nuestro amor, ésto pudiera generar en él, mucho dolor e inseguridad.

ATENCIÓN:

Escucha a tu hijo, que sepa que es importante para ti, que lo que te cuenta te interesa. Mírale a los ojos cuando te esté reseñando su partido de fútbol, disfruta lo que intenta transmitirte cuando describe patada por patada y pase por pase. Tal vez no te interese el balompié, pero si te importa tu hijo, préstale el 100% de tu atención. Los triunfadores siempre tuvieron a alguien que los animara a hacer lo que parecía imposible.

ACEPTACIÓN:

Hay que orientarlo, pero respetando que es un ser distinto a ti y todos los demás. No lo compares nunca, ni con el niño de enfrente, -tan educado y tan lindo-, ni con su propio hermano o primos; con esas comparaciones se corre el riesgo de volver odioso a aquel con quien lo comparas, y sobre todo hacen sentir a tu hijo devaluado.

El pensamiento deberá ser: “Este es el mío, éste es el que yo amo”. No importa si es feo, greñudo o inquieto.

APROBACIÓN:

Anima a tu hijo, sólo así alcanzará la excelencia. En lugar de reprocharle lo que dejó de hacer, elogia lo que sí hizo, aunque sea poco; él necesita el aplauso. Había un niño al que no le gustaban las zanahorias, cada vez que las comía sus papás le aplaudían, después ya no ponía atención al sabor de las zanahorias, saboreaba el aplauso. Esto no significa que debes dejar de responsabilizarlo, significa que concentres más tu atención en lo positivo que en lo negativo de sus actos.

Así, con esta “Despensa básica emocional”, podremos fincar mejores generaciones, generaciones seguras, éticas, educadas con valor y con valores, porque vaya que se necesita tener valor para seguir por el camino recto. Maga Albarrán lo aconseja y lo aplica. Hoy sus hijos y nietos son hombres y mujeres felices. ¿No te gustaría que tus próximas generaciones lo fueran? ¡Tira tu chancla y no la vuelvas a levantar! … si ella pudo, ¿tú por qué no?

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