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¿Papás pisoteados por sus hijos?

Resulta de vital importancia en el desarrollo de un niño, vivir en una familia en la cual sus padres se respeten, se procuren mutuamente y se demuestren cariño. Las probabilidades de que crezcan más sanos, independientes y seguros bajo un ejemplo de modelo de familia así, se vuelven más altas.

Una tarde sonó el teléfono. Era mi mamá, que con voz de apuro, me pedía ayuda porque Pepe le pegó a Yosie. “¡Ay, Dios!”, pensé. Pero lo peor no era que Pepe le hubiera pegado a Yosie, sino que Pepe es hijo de Yosie. Tengo que mencionar que ella tiene 85 años y Pepe es un “tierno infante” de 50.

Tristemente, este no es un caso aislado. El síndrome del abuelo explotado es cada vez más frecuente. De esto hemos hablado en programas de radio, en eventos públicos en los que en más de una ocasión se me han acercado señoras con lágrimas en los ojos para decirme que sus hijos les pegan, les quitan dinero o que sus “niños”, siendo unos cuarentones, no trabajan y viven a expensas de sus padres.

La generación más obediente

Este fenómeno es muy frecuente y lo demuestra el dicho: “Somos la generación más obediente: obedecimos a nuestros padres y ahora obedecemos a nuestros hijos”. Somos resultado de los ideales hippies y del melodrama mexicano al estilo Libertad Lamarque, quienes forjaron en el ideario colectivo una forma de vida que, en más de una ocasión, lejos de formar lazos de amor, creó lazos de chicle: pegajosos y dañinos para muchas generaciones de hijos… Se nos olvida que gran parte de la crianza y sus efectos positivos se dan a través de ser ejemplo.

¡Alto! Revísate y date para que puedas dar

Es muy importante que te detengas y te preguntes: ¿cómo te sientes actualmente? ¿Qué predomina más en ti: “bien-estar” o sensaciones de “mal-estar”? Recuerda que nuestra forma de reaccionar para generar bien-estar o mal-estar depende, entre otras cosas, de qué tan contento estoy con mi vida y la forma en que la cuido. El malestar incrementa cuando no somos capaces de atender nuestras necesidades, cuando perdemos contacto con nosotros mismos y dejamos de diferenciar entre lo que queremos y lo que nos hace falta: “Quiero cambiar mi coche, pero necesito ir al dentista”, ¿qué voy a decidir?

Los papás y las mamás que son capaces de atender sus necesidades con base en un sistema de jerarquías y de manera integral, son aquellos cuyas vidas tienen más equilibrio, salud, energía y mayor generación de bien-estar.

Existen cuatro tipos de necesidades básicas que todos debemos atender:

Necesidades físicas: dormir, descansar, comer a mis horas, ir al doctor, etc.

Necesidades intelectuales: ¿Me faltan conocimientos para un mejor desempeño? ¿Lo que estudio o aprendo me hace ser mejor persona, me ayuda a ser más eficiente y competente?

Necesidades emocionales: ¿Cómo atiendo mi enojo, mi tristeza, mi miedo?

Necesidades espirituales: significado de la vida, trascendencia, sentido de unidad.

Todos nos debemos preguntar: ¿Qué originó este entorno adverso en el que vivo? Tendemos a buscar culpables y no nos damos cuenta que somos cómplices al permitir que otros –medios de comunicación, internet, redes sociales, televisión o malas influencias fuera de casa– sean los que realmente están educando a nuestros hijos. Permitimos que se desarrollen en ellos valores que se alejan del “bien-estar”, del “buen trato” y las “buenas costumbres”.

Si los papás y las mamás no recuperamos el control, no identificamos lo que realmente incrementa la madurez y el desarrollo de nuestros hijos y no nos convertimos en los mejores educadores de ellos con una supervisión puntual y límites claros y coherentes, integrándonos al desarrollo y descartando lo que es perjudicial, no nos sorprenda que, sin estas bases, nuestros hijos se extravíen o estén fuera de control.

Enseñar requiere sabiduría.

Si los papás y mamás regresan a ellos mismos, recuperan su “valor y valía”, pero también la alegría y el bien-estar en sus vidas, podrán enfrentar cualquier reto, y seguro sacarán adelante a sus hijos, sin importar sus circunstancias. Los papás y las mamás que mejor se cuidan y atienden sus necesidades, son más sanos, fuertes y felices. Los padres necesitan tanto como sus hijos atención, cariño y buen trato.

Meg Meeker, en su libro Los 10 hábitos de las madres felices, propone que ser mamá es un compuesto equilibrado entre ser mujer, pareja y madre; vivir plenamente en un nuevo estado de vida, sin intentar tener la vida que en ese momento no te toca.

El aquí y el ahora es la regla que prevalece, tratando de guardar siempre el buen humor y el estar cerca de los hijos tanto emocional como físicamente.

Aquí los 10 hábitos:

  1. Valorarse como madre: Ten un poco de autocrítica y reconoce tu valor como mamá.

  2. Cuida de las buenas amistades.

  3. Procura que tu entorno sea similar a tu aspiración. ¡Júntate con gente positiva, con valores y que sea feliz!

  4. Valora y practica la fe. No importa cuáles sean tus creencias, pero el poder confiar en que existe algo superior a ti y que te ayuda sin miramientos, es el detonador de una paz que sólo la fe te puede dar.

  5. Deja de competir. El parámetro de crecimiento, conocimiento y hasta sufrimiento eres sólo tú. No puedes compararte con otro, pues cada quien ha vivido su propia experiencia bajo circunstancias diferentes.

  6. Ten una relación sana con el dinero. No gastes más de lo que ganas, deja de seguir las “reglas” de la mercadotecnia y piensa si realmente necesitas cada cosa que compras o quieres comprar.

  7. Sé creativo y busca diversiones que no impliquen tanto gasto.

  8. Busca tiempo para la soledad. Tener un espacio para estar sólo contigo es básico y fundamental para respirar, descansar y retomar tu actividad cotidiana. Si puedes, delega alguna actividad de veinte minutos a una hora al día o a la semana para estar sola. Hay madres solteras que no pueden delegar ninguna tarea, si es tu caso, piensa que esto es una etapa y que ya tendrás más tiempo cuando tus hijos crezcan para darte tiempo a ti. Dar y recibir amor de manera saludable.

  9. A diferencia del amor romántico, el amor hacia los hijos es incondicional, no significando que no se ponen prioridades, límites y se exige un respeto como padre.

  10. Aprende a vivir de forma sencilla. Deja de hacer caso a exigencias sociales o de los medios de comunicación como “hay que estar más delgada”, “ser buena madre es tener a tus hijos en todas las clases extras posibles”. Todas estas exigencias sólo hacen que te sientas más frustrada y agotada. Si aprendes a apreciar lo que tienes, y a agradecer todas y cada una de estas cosas, podrás ser y estar mejor.

Libérate del miedo. Deja de preocuparte por las posibles enfermedades que pueden pescar tus hijos: hasta hoy, ningún niño sano se ha librado de alguna gripe o infección estomacal. Esto no es que te valga gorro su salud y no la procures, se trata de tener un balance que te permita disfrutar un paseo, una buena mojada en la fuente, etc. En pocas palabras: no puedes controlar el futuro ni las circunstancias bajo las cuales vayan a vivir tus hijos, pero sí puedes preverlas y enfrentarlas con serenidad en caso necesario.

Ten esperanza ¡siempre! Esta es una decisión, tú sabrás si a pesar de las dificultades y problemas quieres seguir viviendo con la nube negra en tu cabeza, o bien, proyectar tu vida con la esperanza de que a pesar de ellas se puede ser feliz.

Y sobre todo, estar claros que no porque no permitas que tu hijo te exiga, te controle, te grite, significa que no lo amas, al contrario, lo amas tanto que quieres que aprenda de tu ejemplo: a quererse y cuidarse primero él, para así poder dar ese amor y cuidados a los demás.

¡NO a ser papá pisoteado!

Para mayores informes: wwwcrianzaconcarino.com

@crianzacariño

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