Cómo hablar de la muerte con tus hijos Parte 1
La muerte es uno de los temas de la vida más difíciles de tratar. Ha sido estudiada desde la antigüedad por diferentes ciencias: medicina, filosofía, religión, antropología, sociología, etc.
Es un proceso natural y necesario una vez cumplido un ciclo de vida, y es parte de un equilibrio de especies en la tierra. Es considerada como inoportuna, porque casi nunca llega en lo que sería justo un buen momento. El cómo se entiende la muerte depende de las creencias que nos hayan inculcado, de la manera en que se hayan procesado o llevado los duelos en la familia, de la cultura en la que se vive, del propio estado emocional, etc.
Toda persona de características cualesquiera, en algún momento durante el transcurso de su vida, experimenta diferentes pérdidas, entre ellas y de las comúnmente más dolorosas, la muerte de un ser querido.
Es muy común dentro de una familia que el tema de la muerte sea poco abordado, un poco por la influencia de nuestros antepasados y otro tanto por ser un acontecimiento doloroso y de alguna manera misterioso. Nuestro propio miedo a la muerte nos limita a entender que tan natural es el nacimiento como lo es la muerte.
La ciencia que busca dar significado a la muerte a través de asumir, enfrentar y resolver situaciones de conflicto o circunstancias de vida, es la tanatología.
El apoyo tanatológico, como acto de solidaridad humana, lo puede dar cualquier persona sin tener un conocimiento profesional. Muchos lo hemos hecho con el simple preguntar ¿necesitas algo?, ¿en qué te puedo ayudar?, - te traje un sándwich -, etc..
Como padres brindar este apoyo a nuestros hijos a través de diversas tareas que los ayuden a transitar de mejor manera por el proceso de duelo es de vital importancia. Así mismo lo es, propiciar la aceptación de la muerte y que se haga un autoanálisis para lograr darle un sentido al sufrimiento y a la propia vida. Es conveniente realizar en familia algunas actividades en las que simbólicamente se diga adiós, ayudando a enfrentar la realidad y que no suceda que el niño idealice el regreso de la persona fallecida y se genere más sufrimiento por más tiempo. Se trata de encontrar maneras de desarrollar un nuevo vínculo con la persona querida que ya no está para que se pueda continuar de manera funcional con la vida.
Tradicionalmente en nuestra cultura y en otras tantas alrededor del mundo, los rituales de despedida han sido utilizados como complemento en la ayuda del proceso de duelo. Con ellos se busca ayudar a despedirse del ser querido para regresar la paz al hogar y que su recuerdo permanezca en los miembros de la familia de manera saludable.
Uno de los grandes retos que tiene la Tanatología aplicada, es educar desde muy temprana edad sobre todos los aspectos relacionados con el proceso de muerte. Pero también lo es para los padres, quienes deben dar los recursos suficientes y herramientas necesarias para que logren elaborar el duelo por la muerte de un ser querido o inclusive la propia, de una forma que favorezca su crecimiento emocional, espiritual e intelectual.
Es muy recomendable hacer ver a los niños que la vida está compuesta de etapas, de tiempos específicos: los hay para crecer, para florecer y para despedirse.
Los adultos desperdiciamos muchas oportunidades para hacer ver a los niños que la muerte es un proceso natural, puede ser con una planta y sus hojas secas, un insecto muerto, etc. En la medida en que como adultos reconozcamos la muerte de esta manera, nos será más sencillo hablar del tema con nuestros hijos. Afirmar que todos los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren.
El hecho de no hablar de la muerte con nuestros hijos no evita que algún día vivan la experiencia de perder a un ser querido, o si ya es el caso, tampoco resuelve los problemas y preocupaciones que se generan por dicha ausencia. Por el contrario, el enfrentar el tema, nos da la oportunidad de aclarar ideas equivocadas, ayudarlos si tienen miedos o angustias.
Los temores más comunes entre los niños, van en relación a lo que pasa después de la muerte, lo que se siente morir, y lo que pasaría con ellos si las personas que los cuidan fallecieran.
Los niños desde muy pequeños perciben todo lo que ocurre a su alrededor. Si fomentamos la comunicación con ellos y se les brinda la información que necesitan sobre la muerte, es probable que estén más preparados para una crisis ante el duelo familiar.
El tema de la muerte es delicado y es importante saber elegir bien las palabras que utilizamos con los niños a fin de no causar un efecto negativo en ellos.
Hay verdades que no deben dejar de decirse, independientemente de las creencias religiosas que se deseen transmitir.
El concepto de muerte que cada uno tiene va en relación al grado de desarrollo, edad y experiencias.
Concepto de muerte de acuerdo a la edad
(Biblioteca Nacional de Medicina de E.U / NIH Institutos Nacionales de la Salud)
De los 0 a los 2 años la muerte se ve como un abandono. Se vive como una separación que provoca desesperación ante la interrupción o falta de convivencia o cuidado que antes había.
De los 2 a los 6 años se cree que la persona se fue sólo por un tiempo. Se piensa que la muerte es reversible. No logran entender que la muerte es permanente, inevitable y que le sucede a todo ser vivo. En algunos otros casos, pueden llegar a creer que la persona fallecida todavía come, duerme, etc. en el lugar al cual se fue. Pueden llegar a sentir culpa por haber tenido algún sentimiento negativo hacia esa persona y que ésto provocó su muerte.
De los 6 a los 11 años van poco a poco comprendiendo el carácter de irreversible y definitivo de la muerte, es decir, de la relación causa-efecto.
De los 11 años en adelante existe una comprensión total de que la muerte es irreversible, inevitable y universal. Se ha desarrollado el pensamiento abstracto y filosófico.
Estas breves descripciones dan una muy básica idea de la importancia que tiene hablar con los niños acerca de la muerte. A menor edad, las fantasías y preguntas que corren por su mente pudieran complicar en menor o mayor grado el proceso de duelo natural.
¿Cómo reaccionar ante el niño?
Es muy recomendable expresar completamente todos los sentimientos que genera la pérdida de un ser querido, y hacer uso de todos los recursos que se tengan para hacer frente a ese difícil momento, porque son estas herramientas personales que los hijos viéndonos aprenden a tener.
No deben evitarse sus preguntas, se debe poner atención a sus intentos de comunicación. Puede ser que pregunte sobre cada detalle del fallecimiento y nos pudiera llegar a parecer morbosa la intención, sin embargo, él únicamente quiere comprender mejor lo que sucedió. Es necesario entenderlos y respetar sus sentimientos.
Una buena forma de explicar la muerte a los niños pequeños, quienes no pueden todavía manejar mucha información a la vez, es dando respuestas breves y sencillas. Platicar como ahora el cuerpo del fallecido ha dejado de funcionar, es decir, ya no puede respirar, hablar, pensar, comer, caminar, ni sentir dolor. Es importante darse cuenta de si el niño entendió lo que se dijo. No es necesario dar más información de la que se requiere.
Es muy común que como adultos mintamos sobre lo sucedido o que utilicemos frases en alusión a la muerte de un ser querido o conocido, que confundan a los niños o los llenen de miedos. Por ejemplo “Que descanse en paz”, “Se fue al cielo”, “Sueño eterno”, “se ha ido”, “lo perdimos o desapareció”, “Ahora está feliz”, etc. Con este tipo de frases pueden hasta llegar a pensar que cuando se acuesten a dormir se pueden morir o que ellos también pueden así, desaparecer de pronto.
Es importante explicarles claramente que de lo que se trata es del final de una vida.
Si bien es importante no mostrarnos exageradamente tristes ante los hijos por la pérdida del ser querido, también lo es no ignorar el tema. Se puede compartir que tanto se extraña a la persona y que se sienten ganas de llorar, e inclusive mostrar abiertamente nuestra tristeza, pero sin demostrar debilidad, de cualquier manera ellos perciben nuestro estado de ánimo, así que el explicarles, les evita preocupaciones y estados de ansiedad al darse cuenta que lo intentamos ocultar. Ellos entenderán que es un proceso por el que tarde o temprano todo ser humano tiene que pasar y que la muerte es una pérdida que produce un dolor profundo. Esto es compartir el sentimiento con ellos, porque son momentos que no se olvidan.
Es imprescindible y necesario darle seguridad a los niños, ya que cuando son pequeños creen que el mundo gira alrededor del suyo, y pueden llegar a pensar que ellos son los culpables de la muerte del ser querido. Además debemos asegurarles que seguirán recibiendo amor y cuidados constantes.
No se debe olvidar que entre mejor uno mismo se ayude a procesar el propio duelo, mejor se podrá ayudar a los niños a hacerlo.
Se tendrá que hacer uso de una buena dosis de paciencia, ya que el niño necesitará que se le respondan las mismas preguntas una y otra vez hasta que vaya comprendiendo mejor las implicaciones de la muerte. Esto es en el mejor de los casos, porque puede suceder que el niño no haga ninguna pregunta acerca del fallecimiento, no significando que no las tenga. Los niños perciben que el tema provoca angustia en los adultos y prefieren muchas veces guardarse sus pensamientos o inquietudes. Aun así es muy importante hablar del tema, de otra manera pudieran llegar a aparecer síntomas físicos y psíquicos en los niños.
Es también de suma importancia, recuperar la normalidad lo antes posible. Horarios de descanso, de comidas, actividades, etc. para evitar perder la seguridad que les genera la estructura y su rutina habitual de vida, inclusive la convivencia con sus amigos puede ayudarles mucho.
“La verdad puede ser triste, pero ignorarla puede ser incluso peor”. Alba Caraballo.